Máquinas que estén en condiciones de adaptar su comportamiento a los tipos de información (in put) que reciben es algo que desde Verne venimos leyendo e imaginando. Dicho en otras palabras, dispositivos con capacidades inteligentes o al menos que repliquen ciertos patrones humanos. La inteligencia artificial, de la que hemos hablado algunas veces, estudia las tipologías de interacción máquina-máquina y humano-máquina. La novedad del tema es que actualmente investigadores del Institute of Cognitive Sciences and Technologies de Italia, están estudiando una dimensión hasta ahora no explorada en este campo. Estas investigaciones buscan desarrollar una tecnología que le permita a las máquinas adaptarse a un lenguaje propio, ajustado a sus experiencias de interacción en un ambiente específico. Tal como los humanos que tienen lenguajes adecuados a las características propias del entorno y de quienes interactúan (ie. No hablamos igual a un campesino, que a un niño o un científico).
De lograrse esto, sería posible conseguir dinámicas de cooperación-comunicación entre diferentes naturalezas de dispositivos, sin que sea necesaria la intervención humana. Una vez más, el corazón del proyecto está en lograr que las máquinas aprendan. A este aprendizaje no-humano también se le llama auto-organización (intelligent software).
Este proyecto financiado por la UE surge de trabajos multidisciplinario conformado por biólogos, ingenieros en robótica y lingüistas, entre otros (vía istresults).
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